No encuentro otra inspiración que la que tú me das.
No encuentro una espalda en la que mis brazos puedan encajar.
No encuentro una mirada tan inocente como la tuya; no pararía de mirarla.
Llámame loca por escribir en medio de la Gran Vía, por ver tu foto y sonreír. Llámame loca porque sabes dejarme sin palabras, por la sonrisa tonta que se me pone cuando dices que me quieres o cuando rozas el filo de mis labios y prometes componer la mejor melodía con besos que nuestros oídos pudieran escuchar.
Supongamos que ahora te digo que te quiero ¿qué me dirías?
Yo no sé que decirte.
Necesito que vayas despacito, que todo lo que escribas en mi piel sea con buena letra, que no te tuerzas.
Cubre cicatrices con caricias.
Deja (tus/mis) nuestros miedos atrás y vamos a contarles a todos lo que nuestras ganas nos quieren hacer.
Ven que quiero que te quedes en mi espalda, que duermas encima de mí.
Has sacado de una pequeña celda a la pequeña niña que gritaba amor. Han saltado todas las alarmas dentro de mí y las estoy intentando apagar pero solo se calman cuando surgen nuestros besos.
Explícame cómo se llama la sensación de dejar de ser la misma, de tener miedo a depender de alguien porque lo estoy haciendo ya y la única explicación que encuentro es tu nombre.
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