Susurro en el oído.

jueves, 10 de octubre de 2013

Llegas y me paraliza, te vas y me desmoralizas.

Estoy en plena calle de Gran Vía, buscándote. Hacía tiempo que no sentía una noche tan fría; solo por verte sonreír. Estoy en Madrid centro, las gentes me hacen tambalear sobre pie izquierdo y derecho, serán las dudas que aturden mi cabeza cada vez que te pienso. No tiembles. Mis dudas se resuelven por cada vez que tus labios rozan los míos, o cada vez que mi boca alcanza a morder tu piel de terciopelo. Estoy en fase de asalto al corazón, de robar sentimientos hasta quedar vacía, de no volver a temblar al pensarte. 
Parece ser que estoy acostumbrada a tus manos cuando acariciaban mis lunares y formaban la mayor melodía en un pentagrama sin fin.
Estoy guardando silencio, por si me llamas, por si te acuerdas de mí...resulta que siempre escucho tu risa en mi cabeza y por eso no puedo olvidar de ti.
Estoy soñando con un catorce de febrero, y como siempre apareces en mi sueño. Perdóname por desgastarte con tanto despiste o ganas de querer soñarte. Pero hoy no era un simple catorce de febrero. Ya no era un día cualquiera, ni siquiera era el día de los enamorados; era nuestra día. Llegabas tarde como siempre. Americana negra y camisa blanca era lo que portabas. No debería mencionar la sonrisa que llevabas esa que siempre tenías cuando me veías mirarte con ojos que desprendían fuego. Hoy llegabas con algo diferente. Un ramo de rosas sujeto en tu mano derecha. Era un tanto peculiar. Los ramos suelen tener doce rosas o la docena; el nuestro no. El nuestro tenía siete rosas; cinco rojas y dos blancas. Tú el que está leyendo, sabe porque esto.

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