Susurro en el oído.

martes, 10 de septiembre de 2013

Sin rumbo viajaste en hacia el Norte y nos acabamos perdiendo.

Cuenta la leyenda, que en una pequeña casa mientras en la calle se celebraba una pequeña fiesta y todos vestían sus trajes más lujosos, una niña de edad media escribía un cuento al niño que un día le rompió el corazón.
Cuenta la leyenda que el color de pelo de aquel chico era de lo más peculiar, color naranja tal vez y un ojo de cada color.
Cuenta la leyenda que ahora ha cambiado.
Cuentan que gritaba cada noche en sueños su nombre pero nadie logró saber lo que decía. Nadie supo descifrar que lo que la niña decía era:
Para. Quieto. No enciendas la luz. No me busques en ese rincón oscuro de la habitación al que no llega ni un rayo de luz. Estoy muy fea. Estoy vacía sin quererme. Siento que me faltan sentimientos o sensaciones; o directamente me faltas tú. Llegó el problema cuando te fuiste, cuando mis ganas de intentarlo o de darlo todo tuvieron una desagradable derrota en la realidad que consiguieron ver mis ojos. 
Nuestro principio no parecía real, te lo prometo; parecía de película, pero comparando con el capullo de mi ex-novio vi que todos los principios son bonitos, suficientes para enamorarnos y luego dar al botón de pausa y vosotros seguir a la vuestro, con vuestra vida pero con un complemento más. Toda montaña tiene un pico y nosotros llegamos allí arriba y caímos en picado y tocamos hondo. Estoy soñando cada noche con volver a intentarlo, estoy  soñando con que vienes a la puerta de mi casa y te tiras encima de mí y me decís que me has echado de menos, que me necesitas como a nadie en esta vida. Pero es tarde. Llegas tarde. Sí, da igual la sensación de echarte de menos. 
Da igual la sensación si siempre desaparece. 
No hay nadie después de ti aunque lo espero con ganas.

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