¿Qué por qué lo sé? Pues no sé, por eso de los cosquilleos que dicen que existen en el estómago, o la sonrisa tonta al llegar a casa.
Me he perdido intentando dibujar sobre tu tatuaje un maldito infinito y nunca me quedó claro dónde he empezado a hacerlo y dónde acabo, tal vez como lo nuestro. No sé dónde empezó pero no quiero conocer el final.
Estábamos en el límite de encontrarnos, en el filo del cuchillo, en el cañón de un arma, en la punta de una bala cuando sonó el despertador, cuando empecé a darme cuenta de que esto era real. Que te tenía al otro lado de la cama, que estabas soñando ya no sé el qué pero yo te miraba y verte soñar es la imagen más dulce que puedo recordar. O verte desperezarte, mientras te quitas las legañas de los ojos y te quedas del daño que a veces te hacen. Lo único que me salen, son sonrisas al escribirte, al recordarte cada noche, al pensar que puedo llegarte a dejar sin labio.
Nunca había sentido la necesidad de sentirme de alguien, o de tal vez querer quedarme con alguien; todo eso era antes de ti. Ahora hablamos de otra cosa cuando estoy contigo. Créeme ojalá estas 253 palabras fueran suficientes para decirte lo que te quiero, pero siento no ser lo suficientemente buena como para expresarte en palabras lo que siento aunque sienta la necesidad de ello.
Te quiero.
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