Pronto las penas se nos pasaron, los daños causados y las heridas abiertas estaban de lado, se habían cerrado o desaparecido durante un tiempo. Fuimos a mi habitación, empecé a quitarte ropa o daños y quedamos desnudos él uno frente al otro. Te besé y tú me tiraste a la cama. Comenzamos a jugar, a recorrer con nuestros dedos el cuerpo del otro como si estuvieras tocando una canción de piano. Me acosté en tu espalda y los besos y las caricias empezaron a surgir, solas y con ganas. Todo surgía y surgía y los besos se nos escapaban, ya no se si era por rutina o por sentimiento. Yo le miraba con ojos recelosos pero los suyos me pedían más. Le besé todo su cuerpo de arriba a abajo , de izquierda a derecha, de norte a sur y de este a oeste. Y al final acabamos como acaban la mayoría de las parejas en las reconciliaciones, haciéndolo con ganas, deseándonos el uno al otro y las ganas no cesaban. Mis uñas acariciaban su espalda y dejaban ciertas marcas. Él me besaba y mordía el cuello mientras yo me derretía de placer. Cuando terminamos nos dimos cuenta de que era muy tarde que él se tenía que ir y así lo hizo. Cuando se despidió de mí con un simple beso fugaz y desapareció con prisas vi que en el rellano se le había caído un papel del bolsillo derecho trasero de su pantalón. Me apresuré a cogerlo y al entrar en casa lo desenvolví. Era una nota en la cual ponía:
Te espero en mi casa a las 23:30, me apetece dormir contigo cariño, espero que tengas una muy buena tarde con tus amigos cuando vengas me cuentas. Te quiero.¿QUÉ? ¿Qué coño es esto? Fue en lo primero en lo que pensé. Yo dándole oportunidades a este maldito cabrón mientras me desvivo por una maldita relación que parece que no nos lleva a ninguna parte. Me sentí jodidamente utilizaba. Me sentí como una simple fulana a la que él venía a reclamar un poco y miserable amor. Él no me valoraba y yo con mi poco amor propio me hundí en la mierda. Era lo más bajo que había caído jamás y le había creído. Que gilipollas había sido y ahora volvía a caer en la misma mierda de siempre, algo que siempre reemplazó tu ausencia.
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