Susurro en el oído.

viernes, 21 de junio de 2013

I

Tengo ganas enredadas en las manos de tanto pensarte,
de no saber cómo decirte que vengas a tumbarte en mi espalda.
He probado las prisas en amores de una noche, 
he amado sin miedo a que me hicieras daño
y he tenido pesadillas de que pudieras quererme.
Nunca puse límites a todas nuestras ganas de tenernos
ni siquiera a veces tenía ganas de quererte
pero sí de odiarte.
Puedo criticarte mientras me amas
por desconfianza ajena
pero que no crea en ti no implica
que no crea en algo superior; el amor.
He fundado recuerdos a tu lado
que me hacen sentirme como un enamorado
sin ni siquiera estarlo.
Hemos sentido la necesidad de algo
que por impulso, nunca nos ha llenado.
Sobrevalorando palabras
sin tener en cuenta hechos 
que dicen tanto.
Derraman lágrimas y  
quién puede asegurarnos de que no sean de cocodrilo.
He sentido ganas de despertarme
en la misma cama contigo;
y que sea así por siempre.
He perdonado errores 
por no considerar al ser humano perfecto.
Ahora puedo creerte
pero no te garantizo un 'para siempre'.
Nos pasamos la vida haciendo promesas 
por miedo a no tener un futuro asegurado.
Dime qué es lo que sientes cuando prometes 
y no lo cumples; cuando fallas a tu palabra.
He escrito versos que recuerdan nuestra historia,
que desahogan a este poeta 
en líneas que por dentro queman.


Las estaciones pasan, los meses pasan;
pero el recuerdo siempre se queda.


















jueves, 20 de junio de 2013

Nubes negras que acompañan tu ausencia.

Ella tenía veinte años y él diez años más. él creía que podía hacer con ella lo que quisiera y al principio así era. Ella hacía todo lo que él pedía, la que  nunca le decía que no, la que siempre estaba detrás de él, la que siempre le cuidaba, la que siempre cambiaba sus planes, la que siempre hacía las cosas por él.
Sin embargo, él pensaba que no la necesitaba porque podría tener a cualquier niña, porque nada más salir de fiesta podría estar con cualquiera, y lo que pensaba, es que a los treinta años no todo el amor que te dan te llena.
Un día, él se quejó de ella. Ella se pasaba el día diciéndole que las cosas las estaban haciendo mal pero todo se lo decía porque tenía miedo a perderle y así fue; todo esto le llevó a la pérdida.
Pasaban los días y él empezó a salir de fiesta a probar el amor exprés, las idas y venidas y todas esas relaciones esporádicas que te acaban destrozando porque te hacen sentir vacío. A su vez, ella se pasaba los días en casa, no paraba de llorar y había dejado de comer. Su cuerpo anunciaba la despedida de alguien. Sus amigas iban a verla, y la incitaban a salir. Hasta que la convencieron para salir. Esa noche, ella prometía arrasar que podría estar colada hasta las trancas de su ex pero que iba a ir a por todas. Lo que no sabía es que esa noche coincidiría con él. 
Había arrasado en la discoteca, habían venido chicos a ella y habían bailado con ella, la habían dado cuatro besos tontos pero ni siquiera la habían llenado, lo único que la estaba llenando en esa noche era que el recuerdo de él y las copas que nunca faltaban.
Cuando salieron de  la discoteca, yendo hacia su casa, ella vio a lo lejos un hombre que se retorcía entre curvas por la calle de lo ebrio que iba. Ella comenzó a andar más rápido hasta que lo alcanzó  y vio que era él.
Su cara al verle se desvaneció. Las lágrimas se desvanecían por su cara sin ni siquiera haber pronunciado palabra.
Asi, ella prefirió irse y dejarlo ahí pero al verla, él la pidió que esperase. Necesitaba hablar con ella. Pero ella se adelantó a las cuatro míseras palabras que él la dedicaría.
No sé qué es en lo que pensaba cuando creía que podías quererme, cuando creía que todo esto iba a salir bien. Siempre estabas echándome en cara nuestra maldita diferencia de edad. Pero ¿qué crees? ¿Crees que tan solo por decirme cuatro cosas tontas voy a estar detrás de ti? No lo siento.

Él se quedó patidifuso al escucharle, por eso él la respondió:
¿Sabes algo? ¿Algo que nunca te he dicho? Al principio pensé qué que me ibas a poder enseñar, que me iba a enseñar una niña de veinte años. Estoy independizado desde mis dieciocho años. Nunca me ha hecho falta alguien que me enseñara a planchar, a cocinar, a fregar, a limpiar. Pero a lo que nunca me habían enseñado es amar, y por lo tanto nunca he amado a nadie. Pensé que nadie conseguiría hacerlo, pero tú, esa niña de veinte años de la que no espera que me pudiera enseñar algo, me ha enseñado a amar.


Nos faltaron silencios
que ocultaban verdades.

miércoles, 12 de junio de 2013

No todos los martes caen en trece.

Siempre le han dado miedo mirar las hojas de los folios en blanco,
siempre ha actuado con el monstruo que lleva dentro,
siempre ha sabido controlar y jugar 
con el amor y con ellas.
Todavía no se ha comprado un reloj
para aprender a no llegar tarde como siempre;
y si lo lleva no le sirve para nada.
A partir de ahora todos su días son de color gris, sobretodo los martes y más si son catorce. Todo los catorce una rosa en la mesa de ella, como quien recibe cartas cada día. Ninguno de estos versos se comparan a las ganas que te tiene o a la de besos que te debe. Eras su tristeza por naturaleza, su vaiven de sentimientos, sus mariposas en el estómago que todo monstruo en contra del amor devora; eso hizo el tuyo. A él que nunca le había gustado que tantas mariposas revolotearan por ahí, siempre le mareaban por eso siempre las vomitaba. Sí, la echaste de tu vida después de que pusiera todo patas arriba, después de que pintara todas las paredes de tu casa de su color preferido, después de dejarte marcado. Que estúpido fuiste, que la dejaste marchar por una mierda de kilómetros que os separan y que tu no eres capaz de soportar. O tal vez por un orgullo al que quieres mas que a ella. Ahora se pinta todo de su color preferido porque se ha quedado una maldita mitad suya contigo, bien guardadita, porque aunque te joda la cuidas. Aquí ambos con la mitad de cada uno y echos polvo. Y ninguno es capaz de decir nada al otro.
Menudo orgullo de mierda al que queremos más que a nosotros mismos, que no nos da ni un maldito beso sino que nos da una palmadita en la espalda para que si queremos o podemos sigamos adelante; porque no, no te coge la mano para que te levantes cuando caes.
Dime que harías sin esos abrazos por la espalda que te atan tanto y te hacen sentir seguro, sin unas manos que siempre estén frías y rocen tu piel y la ericen, o sin unos besos que sean de puntillas, sin unas largas carreras por las calles de tu ciudad sin miedo al que diran, o sin unas pérdidas que te recompensen, sin unos dedos que firmen vuestra historia en tu espalda, o de las despedidas en las que te agarran de la mano para darte la vuelta y dejarte sin respiración en un beso. Dime que harías sin eso. Esas pequeñas cosas que ningún orgullo proporciona y que todos los monstruos se intentan comer.


De perder trenes sin esperarlos.

martes, 11 de junio de 2013

Érase una vez, un par de errores.

Todo empezó con una tontería, algo que indirectamente a ella no la afectaba. Tranquilamente, en su casa, mientras estaba duchándose sonó el timbre de la puerta. Joder, tenían la manía de siempre venir a verla cuando justamente se había metido en la ducha. Salió corriendo y cogiendo una toalla lo suficientemente grande como para taparla sus partes más íntimas y se dirigió a la puerta. Tenía medio pelo enjabonado y la otra mitad aclarado pero no se había dado cuenta. Abrió la puerta. Era ella, su amiga, con la que había quedado cuatro horas más tarde y al verla se asustó. ¿Que podría haber pasado para que hubiera venido hasta su casa sin avisarla ni nada? La dejó pasar, y esta estaba eufórica, llena de alegría, parecía que se había dado un chute.  Pero no, no se había dado un chute de heroína de cocaína o de cualquier droga que engancha muchísimo menos que el amor. Él había vuelto a su vida, su queridísimo amor, tan preciado. La amiga se agachó frente a la chica y la empezó a suplicar de rodillas que por favor esa tarde quedaran con él y un amigo más. Ella aceptó. Que más daba, se estaba acabando el verano y probablemente ya no volvería a saber de ellos, por eso aceptó. Volvió a la ducha y mientras, su amiga le contaba como había sucedido todo. Terminó de arreglarse y fueron en busca de esos chicos que para una significaban tanto y para la otra tan poco o por lo menos tan solo hasta el momento. 
Cuando llegaron al lugar donde habían quedado, ella contempló a su amiga, como besaba con tanta efusividad a su amor y ella se quedaba parada mirando a su amigo, que ya conocía desde hace tiempo por cierto y, comenzaban a reír a carcajadas hasta que por fin se saludaron. Éste comenzó a hablar con ella y sin darse cuenta se habían alejado tanto del grupo que ni siquiera volvieron. Así que, ya que no iban a volver con el grupo, decidieron sentarse en el césped. La trató como a una reina la verdad, pero ella se quería hacer la dura. Sabía que, en caso de que pasara algo entre ellos, esto no los llevaría a ninguna parte. Él era un chulo, un tío que a la primera tía que ve con un buen cuerpo, no se lo piensa; va a por ella. ¿Por qué iba a ser con ella diferente? No quería hacerse ilusiones aunque esa tarde fuera genial. Estuviera llena de risas, de besos a medias y de mordiscos entre medias. Joder la había gustado no podía negarlo y quería contarlo. Al día siguiente, aunque no se conocieran mucho se quedaron a dormir los cuatro en casa de ella; cada pareja en una habitación.
Fue ahí, en ese momento, en ese instante, en el que ella vio que incluso los tíos más chulos, más duros también tienen sentimientos y que son así porque tienen un pasado que atormenta tanto que es la única manera de la que alivian el dolor. Por eso, ella pensó que podía ser diferente. ¿Cómo alguien así se había fijado en ella y por qué la había contado cosas tan íntimas de su vida? Fue ahí donde comenzó a darse cuenta de que le gustaba. Y es que dicen que las relaciones de veranos son las que más dentro llegan; y eso es cierto. Ella en tan poco tiempo le quería, se había enamorado. No podía estar sin él. Lo que no la cabía en la cabeza es como una persona con la que había estado tan poco tiempo se hacía querer tanto.  Él la decía más de un te quiero al día pero, ¿eran de verdad? Ella no se lo decía, tal vez porque en ese momento no lo sentía, tan solo le dijo que cuando lo sintiera, se lo diría y que cuando se lo dijera iba a ser de verdad, que esperarlo merecía la pena.. Y de repente, un día, salió un te quiero de su boca, de esos que tanto cuestan oír, de esos que tanto se necesitaban. Pero un te quiero verdadero cuando no te quieren, conlleva la ruina en una relación. Ella lo notaba. Estaba raro, distante, frío; ya no era lo mismo que al principio. Ella lo temía. Y llegó. 
Un día estando ella con sus amigas y él con sus amigos en una fiesta sucedió lo temido. Él llamaba a su teléfono le urgía verla. Ella ya desespera. Miedos que se ponen a flor de piel que te ponen la piel de gallina. Lo temido llegaba. Una relación con te quieros, unos sinceros y otros no tanto, llegaba a su fin. Él la pedía tiempo. Que la quería dice...Lo único que la dio tiempo a pensar fue que si dudaba de que la quería la había dejado de querer. Todo acabó. Cada uno por su lado, con sus antiguas vidas. No quería preguntas. Maldito día en el que todo cambió. Ella sabía que no saldría bien y arriesgó por él. Creía que le cambiaría pero gente así no cambia solo hasta que llega alguien que verdaderamente son superiores a ellos.

Será por cartas que describan su historia de amor y la de cartas sin destinatario que ha escrito y que nunca le ha mandado.  Supone que escribir su historia en un papel y quemarla la hará que el dolor sea menor; tal vez. Será por veces ¿no?
La única carta que conserva para él, es la última que le escribió en la que promete ser feliz y dice:
No sé por donde empezar, tal vez por lo tonta que fui, por creerte tantas veces, por regalarte un te quiero que en la vida te has merecido o por todas las mentiras que te has creído para poder mentirme mejor. Que bien te salió la jugada ¿no? ¿Así con todas? ¿Qué tal  te va con todas a las que las prometes tantas cosas como a mí? ¿Te creen? Que suerte y que ingenuas; joder como yo. No te deseo lo mejor cuando me has hecho más daño que mi primer amor pero tranquilidad que tú me aprecias como persona ¿no? Todo el mundo recuerda su primer amor como el más bonito o bueno su primer enamoramiento, pero ¿de verdad quieres que lo considere bonito? Si me duele el alma, más de lo que me dolería el cuerpo si me cayera desde un séptimo piso. Ni te imaginas lo que te he querido, pero que quieres, ¿cómo voy a contar esta historia a mis hijos en la que fui engañada? Ahora entiendo porque las madres a veces intentan que no suframos por amor, tal vez por todas estas mierdas. Para que mentirme, llámame loca si no me crees, pero te veo cuando no estas; te echo tanto en falta que ya no sé que hacer. He prometido no creer, ni volver a confiar en el amor, pero supongo que promesas como esas las hacen todo el mundo y pocos las cumplen. Prometo estar bien. No te daré las gracias por estos meses a tu lado aunque haya sido feliz.
 Feliz en una mentira.

Por cada sonrisa que provoca
una ruina se aproxima a su boca.

martes, 4 de junio de 2013

Llegas y tocas ondo y lo de dentro es lo más valioso.

Nunca había sido capaz de enamorarse. Cuando hablo de nunca me refiero a que nunca le ha gustado un chico de verdad, siempre ha jugado con ellos, a ninguno de ellos le ha regalado un simple te quiero y que nunca la han dado ganas de tener a alguien; tan solo ha tenido ganas de marcarles.
Es una chica alta, morena, pelo rizado y ojos verdes y podría medir un metro setenta tal vez. Tal vez la chica ideal para todos pero ella no buscaba a su príncipe, tenía más que asumido que no existían. Está en el primer curso de carrera de bellas artes. Actriz es su vocación y por supuesto algo tenía claro, que no iba a desistir en ella.  Conoció a mucha gente pero quien más la llamó la atención fue un chico que siempre se sentaba a su lado. La verdad ambos no conocían a nadie y el primer día se hicieron amigos. Pero algo la pasaba que era fuera de lo normal que no la ocurría con sus amigos y es que este chico conseguía ponerla nerviosa; la hacía sonreír como una tonta. Pero, ¿cómo era posible que un simple chico pudiese conseguir eso en ella? Con lo que ella siempre ha sido, si eso que ha sentido ella, los temblores en las piernas, las sonrisas tontas y las mariposas revoloteando en el estómago, mariposas que creía que estaban muertas, se lo hacía sentir a la mayoría de los chicos. La verdad es que las tardes que pasaban juntos daban mucho que hablar. Horas y horas de estudio y de ocio juntos. Puede que su arte estuviera encabezada más por letras que de ciencias pero la química que había entre ellos se veía a kilómetros de distancia. 
Las tonterías entre ellos empezaron. Un día, él la trajo una sorpresa. Hace 16 días que la conocía así pues la regaló 15 rosas rojas y una roja blanca. Cuando se las entregó la sonrisa de esta era evidente. Sin ni siquiera mirar su cara la sonrisa era clara porque se la iluminaba el rostro. Cogiendo la rosa blanca y la mano de la chica la pidió salir con ella. No necesitaba comprobar en un beso que su amor hacia ella era lo suficientemente grande como para dejarlo pasar. Así ella aceptó, era evidente. Lo que en su cabeza pensaba en ese momento es que como era capaz de estar aceptando eso, ella siempre había sido independiente, autónoma  joder todo había sido diferente, distinto hasta que este hombre llegó a su vida. ¿Cómo era posible? No era normal. 
Pasados cinco meses ella decidió entregarle tal vez lo más puro que ella tenía. Algo que no se da a cualquiera, algo que no se pierde todos los días. Así pues, él sabiendo las intenciones de ella decidió hacerlo bonito. Algo tan grande y tan significativo para ella tenía que ser especial. Así lo hizo. La preparó una cita a su chica de esas que parecen de mentira, que ni siquiera ella se lo creía.  En un primer momento, la llevó por Gran Vía, pero no la llevó por la acera sino por la carretera, haciéndola fotos mientras todo el mundo la miraba como si fuera una modelo y ella no paraba de quejarse porque quería una foto con él; una aunque sea, no pedía más. Después de recorrer la Gran Vía de Norte a Sur, decidió llevar a cenar puesto que ya era un poco tarde. Pero al cena no sería en un restaurante; sino en su casa. Quería cocinar para ella. Así lo hice. A ella la encantó o tal vez le dijo que estaba buena la comida pero solo porque lo quería. Mentira. Ella nunca le había mentido aunque eso suponiera decirle algo malo. Más tarde, después de la cena, el calor y la tensión sexual entre ambos comenzó a elevarse. Así fue; ocurrió lo evidente. Pero esta vez, él al acabar de hacerlo con ella no dejó a la chica que se aposentara en el otro lado de la cama para que él pudiera coger un cigarrillo, sino que omitió su cigarro solo para acoger en sus brazos. Días más tarde, cuando él iba a buscarla a una entrevista de trabajo en moto, tuvo un accidente; un accidente mortal, que le costó la vida. Lo que él no sabía es que ese mismo día ella había estado en el ginecólogo porque tenía un retraso de menstruación y eso suponía su confirmación de estar embaraza. Ella estaba asustada. No se hacía a la idea de que pudiera tener un hijo sino que su novio había muerto. Pero ahora, ahora lo único que le quedaba en esta vida para poder seguir adelante es un hijo por el que luchar y que mejor que fuera de un amor que había dado fruto. A los nueve meses ella daba a luz a un hijo rubio con los ojos verdes. Era guapísimo, igual que su padre. Pasando unos años, tal vez el niño llegaría a la edad de 5 o 6 años, este empezó a preguntar a su madre porque no había conocido a su padre. Todo el mundo en el colegio hablaba de lo feliz que eran sus padres pero él nunca había conocido a su padre. Así pues la madre le dijo:
Supongo que ha llegado el momento. El momento de hablarte de tu padre; de contarte nuestra historia. Hijo, llevas el nombre de tu padre, tienes los mismos ojos que él, la misma boca. Él no sabía de tu existencia, murió el mismo día en el que yo fui al ginecólogo y supo que ibas a formar parte de mi durante toda una vida. Cada vez que me ves lágrimas corriendo por mis mejillas es porque le echo de menos. Porque tú no le has conocido, pero era una persona increíble. Bueno la verdad, tú eres una verdadera copia de él, eres su versión en pequeño. Él fue el único amor verdadero que he tenido y aunque no lo creas, a pesar de la de bocas que he besado, ninguna era como la suya, ninguna piel tenía el mismo tacto que el suyo. Supongo que eres demasiado pequeño para entender todo lo que te digo. Tal vez las únicas palabras alentadoras para ti, para un niño de cinco años sean 'tu padre esta en un sitio mejor, porque se lo merece por como ha sido ya no solo conmigo sino con todo el mundo. Y si te preguntan por tu padre orgulloso deberías decir que aunque no esté presente contigo, él es increíble, que ningún papá será mejor que él, porque aunque no esté conmigo y en su momento no supiera de mi existencia, él siempre te cuidará desde un lugar al que otros llaman nueva vida.

domingo, 2 de junio de 2013

Cuando tu piel rozaba la mía no tenía miedo a perderte. Ahora que no te tengo, tengo miedo a rozar otra piel por miedo a recordarte.

No recuerdo cuando, ni en qué día mi mejor amigo insistía para que conociera a un chico que reclamaba sobre mi belleza y que deseaba que mi personalidad estuviera acorde con él porque deseaba estar conmigo. Sí, lo sé suena egocéntrico pero es lo que pasó. Mi amigo cada día estaba más insistente hasta que por fin acepté, ya no sé si por suerte o por desgracia porque todo lo bonito que puedo contar ahora acaba con un final trágico. Una nueva ventanita en mi móvil me avisaba, mientras escuchaba música, de que un número desconocido comenzaba una conversación. Sin querer, no sé como o inconscientemente pensando que era él, sonreí. Empezamos a conocernos y no sé porque mi picó la curiosidad de saber que podría pasar. La verdad, me empezaba a gustar pero yo decía lo contrario. He podido parecer sumamente idiota por la de risas y sonrisas en las que he estallado en medio de una conversación con él. Parecíamos idiotas. Subiendo unas simples escaleras al encontrarnos, un guiño de ojo y un besito al aire. Luego estaban las caras de segundas personas pensando ¿y estos? Pero todo eso nos hacía cómplices de un juego y al ver esas caras echábamos a reír. Pero me fallaste. Tú dices que siempre te importé y que yo no sé nada sobre ello pero si me cambiaste por otra no te importaba tanto como dices. Vuelves y te perdono, pero me hago la dura, como que voy a ser inmune a todo lo que me había devuelto la ilusión la otra vez. Pero mentira. Día tras día haces que me sienta mejor, que sonría todas las mañanas porque he encontrado, en este maldito mundo destrozado, algo por lo que sonreír. Y sí, sé que estarás pensando que mi felicidad no tiene que depender de nadie pero es que entonces dime dónde está la gracia de la felicidad si no es duradera, como tú. Y la primera vez que nos besamos, en ese beso, recuerdo perfectamente como las farolas de Gran Vía se iluminaron todas a la vez. Y cuando te mordí qué. Rio como una tonta cada vez que recuerdo como te quejabas  porque siempre te mordía o por el daño que te hacía y es que siempre que te mordía te mostraba una muestra de cariño  y eso te costó entenderlo. Pensabas que era para hacerte daño, pero cómo eras capaz de pensar que te querría hacer daño si cada vez que me besabas me convertía en la niña más dulce. Y, ya me daba miedo verte  por la sorpresa con la que me pudiera encontrar pero es que a cada cual era mejor y ponía una carita de tonta que mis amigas se burlaban diciendo que me gustabas y yo me tapaba la cara y las mentía diciéndolas que no era cierto solo porque no me vieran la sonrisa que habías creado en mí. Te prometí perderte por Madrid y lo conseguí; aunque al final nos acabamos perdidos los dos. Y es que ahora que me doy cuenta no ha habido ni un segundo en el que me haya arrepentido de todo esto. De las risas, de las persecuciones por Madrid mientras toda la ciudad nos envidia, de las de veces que me has prestado tus sudaderas porque tuviera frío, de las veces que has cogido mi móvil y te has puesto hablar con mis amigos o cuando yo cogía el tuyo, de las veces que he tocado tus manos tan suaves, de las veces que he tocado tus tatuajes con ganas de perderme en ellos, de recordar todos y cada uno de los lunares que forman la constelación de tus espalda, de los abrazos que no quería que nunca se terminaran porque me hacían sentirme querida, de lo protegía sentía cada vez que estábamos juntos. Pero un día algo en mi no cuadraba. Te veía más guapo, más alto, más..¿cómo decirlo? Sin defectos. Fue el momento en el que me di cuenta de que te estaba queriendo. El momento donde lo bueno se acabó y lo malo estalló. Aunque no lo parezca en todo este tiempo ni una maldita discusión. Pero se acabó. Yo no me lo explicaba el por qué de todo esto. Cuando te pido una explicación tú me echas las culpas, no niego que no las tenga:
Mira lo siento. Tu actitud no me gusta. Eres fría e incluso a veces borde. Llevas unas semanas atrás conmigo con malas caras y no sé ya no estás igual que al principio. Veo que las cosas han cambiado y te quiero, muchísimo, no te imaginas cuanto, pero como amigos. Siempre que necesites algo estaré aquí.
Esas fueron tus últimas palabras. Que recurras a como soy cuando has estado tanto tiempo conmigo y que me mientas cuando te vas, porque no es que no te haga feliz sino que me vuelves a cambiar por otra; duele, es más; es humillante.Lo más ilógico es que te vayas sin darme una explicación y yo como una gilipollas te la pida.
Porque tú te quedas con la idea de ese punto y aparte que hago. Yo me quedo con el miedo a salir de casa porque ya no me siento segura, con esa desganada que tengo en el cuerpo, con las lágrimas en los ojos, con los recuerdos que me inundan, con la verdad del que te quise, con la certeza de que te sigo recordando aunque lo niegue.




Lo que más duele de todo es el haberme sentido especial en algún momento
 mientras que el trato que me dabas era el mismo que a las demás.

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