Susurro en el oído.

domingo, 2 de junio de 2013

Cuando tu piel rozaba la mía no tenía miedo a perderte. Ahora que no te tengo, tengo miedo a rozar otra piel por miedo a recordarte.

No recuerdo cuando, ni en qué día mi mejor amigo insistía para que conociera a un chico que reclamaba sobre mi belleza y que deseaba que mi personalidad estuviera acorde con él porque deseaba estar conmigo. Sí, lo sé suena egocéntrico pero es lo que pasó. Mi amigo cada día estaba más insistente hasta que por fin acepté, ya no sé si por suerte o por desgracia porque todo lo bonito que puedo contar ahora acaba con un final trágico. Una nueva ventanita en mi móvil me avisaba, mientras escuchaba música, de que un número desconocido comenzaba una conversación. Sin querer, no sé como o inconscientemente pensando que era él, sonreí. Empezamos a conocernos y no sé porque mi picó la curiosidad de saber que podría pasar. La verdad, me empezaba a gustar pero yo decía lo contrario. He podido parecer sumamente idiota por la de risas y sonrisas en las que he estallado en medio de una conversación con él. Parecíamos idiotas. Subiendo unas simples escaleras al encontrarnos, un guiño de ojo y un besito al aire. Luego estaban las caras de segundas personas pensando ¿y estos? Pero todo eso nos hacía cómplices de un juego y al ver esas caras echábamos a reír. Pero me fallaste. Tú dices que siempre te importé y que yo no sé nada sobre ello pero si me cambiaste por otra no te importaba tanto como dices. Vuelves y te perdono, pero me hago la dura, como que voy a ser inmune a todo lo que me había devuelto la ilusión la otra vez. Pero mentira. Día tras día haces que me sienta mejor, que sonría todas las mañanas porque he encontrado, en este maldito mundo destrozado, algo por lo que sonreír. Y sí, sé que estarás pensando que mi felicidad no tiene que depender de nadie pero es que entonces dime dónde está la gracia de la felicidad si no es duradera, como tú. Y la primera vez que nos besamos, en ese beso, recuerdo perfectamente como las farolas de Gran Vía se iluminaron todas a la vez. Y cuando te mordí qué. Rio como una tonta cada vez que recuerdo como te quejabas  porque siempre te mordía o por el daño que te hacía y es que siempre que te mordía te mostraba una muestra de cariño  y eso te costó entenderlo. Pensabas que era para hacerte daño, pero cómo eras capaz de pensar que te querría hacer daño si cada vez que me besabas me convertía en la niña más dulce. Y, ya me daba miedo verte  por la sorpresa con la que me pudiera encontrar pero es que a cada cual era mejor y ponía una carita de tonta que mis amigas se burlaban diciendo que me gustabas y yo me tapaba la cara y las mentía diciéndolas que no era cierto solo porque no me vieran la sonrisa que habías creado en mí. Te prometí perderte por Madrid y lo conseguí; aunque al final nos acabamos perdidos los dos. Y es que ahora que me doy cuenta no ha habido ni un segundo en el que me haya arrepentido de todo esto. De las risas, de las persecuciones por Madrid mientras toda la ciudad nos envidia, de las de veces que me has prestado tus sudaderas porque tuviera frío, de las veces que has cogido mi móvil y te has puesto hablar con mis amigos o cuando yo cogía el tuyo, de las veces que he tocado tus manos tan suaves, de las veces que he tocado tus tatuajes con ganas de perderme en ellos, de recordar todos y cada uno de los lunares que forman la constelación de tus espalda, de los abrazos que no quería que nunca se terminaran porque me hacían sentirme querida, de lo protegía sentía cada vez que estábamos juntos. Pero un día algo en mi no cuadraba. Te veía más guapo, más alto, más..¿cómo decirlo? Sin defectos. Fue el momento en el que me di cuenta de que te estaba queriendo. El momento donde lo bueno se acabó y lo malo estalló. Aunque no lo parezca en todo este tiempo ni una maldita discusión. Pero se acabó. Yo no me lo explicaba el por qué de todo esto. Cuando te pido una explicación tú me echas las culpas, no niego que no las tenga:
Mira lo siento. Tu actitud no me gusta. Eres fría e incluso a veces borde. Llevas unas semanas atrás conmigo con malas caras y no sé ya no estás igual que al principio. Veo que las cosas han cambiado y te quiero, muchísimo, no te imaginas cuanto, pero como amigos. Siempre que necesites algo estaré aquí.
Esas fueron tus últimas palabras. Que recurras a como soy cuando has estado tanto tiempo conmigo y que me mientas cuando te vas, porque no es que no te haga feliz sino que me vuelves a cambiar por otra; duele, es más; es humillante.Lo más ilógico es que te vayas sin darme una explicación y yo como una gilipollas te la pida.
Porque tú te quedas con la idea de ese punto y aparte que hago. Yo me quedo con el miedo a salir de casa porque ya no me siento segura, con esa desganada que tengo en el cuerpo, con las lágrimas en los ojos, con los recuerdos que me inundan, con la verdad del que te quise, con la certeza de que te sigo recordando aunque lo niegue.




Lo que más duele de todo es el haberme sentido especial en algún momento
 mientras que el trato que me dabas era el mismo que a las demás.

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