Desde que te fuiste fui demasiado fuerte, me convertí en un muro a la que tu ida no la dolía, que prometí sonreír sin miedo al fracaso, sin miedo a estar sin tus abrazos, sin tus besos. Fui fuerte a verte por la calle, mirarte y hacer como que fuéramos simples desconocidos que no han compartido labios, que no han estallado las tonterías en sonrisas en frente de la boca del otro. Desconocidos que se conforman con otros labios que les den más calor. Tengo claro que vendrá otra persona que me haga mucho más feliz que tú y entonces tú me parecerás una simple prueba frente a él.
Supongo que las experiencias deberíamos mantenerlas al margen para no tener miedo al fracaso con otras personas que obviamente no son las mismas que las anteriores.
Yo no soy de esas. Yo...¿cómo definirlo? Quien verdaderamente me conoce sabe perfectamente como soy en cambio aquel que me conoce de una simple hora me definiría como la tía mas dura, borde y fría.
Sí, soy muy fría. Desde tu ida lo soy más. Es inexplicable como una persona me ha llenado tanto en tan poco tiempo y lo vacía que me ha dejado ahora. Por sentir...ya no siento nada. No pido sentir el amor, ni el odio, ni la tristeza supongo que son sentimientos que llegan, te inundan como cualquier tsunami. Pido sentir la humedad de las lágrimas que ya no atraviesan mis mejillas, la humedad de unas lágrimas que son necesarias en días con el cielo gris de Madrid.
Arquitecta de estas ruinas con andamios
que reestructuran recuerdos.
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