Lo sé, sé que no me echas de menos, que no añoras ninguno de
mis besos y que eres feliz. Lo sé, se nota en todo lo que haces, en como actúas
y sé que he tardado tiempo en darme cuenta de que en todo ese tiempo te quise,
pero que intente hacer lo imposible para que no se notara. Cuantos “te amo” en
una conversación que hacían que se sobrecogiera el corazón y todas las cosas
con las que me picabas, y cuando te apoyabas sobre mi pecho, cuando te
molestaba que te mordiera la nariz, el labio inferior, la barbilla, el moflete o
el cuello. O también recuerdo cuando me ponía cabezota y te quejabas. Cuando me
llevabas a “mis tiendas favoritas” y te reías por la cara que ponía. Cuando me
dabas la mano, cuando te parabas, me mirabas y me besabas; cuando me querías
acompañar a casa y no te dejaba o cuando te llevaba a cualquier lugar y te
quejabas porque estabas cansado. Y saber, que el primer día que te conocí en
persona fue encantador, supiste empezar con buen pie, haciendo las cosas de una
manera perfecta y aunque a veces lo estropeabas siempre sabias arreglarlo con
abrazos y sonrisas. Y ahora añoro todo eso, porque tal vez tú eras mi otra
mitad, esa que busca la gente para estar complementados. Y volvimos a caer. Caímos
en nosotros mismos, volvimos a creer en un nosotros que por mi culpa no duro.
Por el miedo a quererte de nuevo, por el miedo a perder, por el miedo a que me
traicionaras, por el miedo al amor, por el miedo a confiar, por el miedo a
cometer el mismo error. Y fallamos, como era de esperar.
Y me he dado cuenta que han cambiado las tornas, que ahora ya no te necesito tanto como creía. Que soy yo la que te he fallado pero tú hiciste el amor a mis oídos y yo ya no me lo creía como la primera vez.
Tú olvidaste que me decías que me querías
y me diste tiempo suficiente para no necesitarte
No hay comentarios:
Publicar un comentario